Me lo temía. A pesar de que el humor británico me suele gustar bastante, el hecho de que anduviera de por medio el inefable Rowan Atkinson me daba pálpitos poco prometedores. Y por supuesto se hicieron realidad.
La primera parte de la película me la pasé enterita haciéndome preguntas de muy difícil respuesta, si no imposible. Por ejemplo: Qué clase de tía se casaría con un señor con la cara de Rowan Atkinson y encima cura? Qué clase de tía sufriría porque un marido como Rowan Atkinson no la tocara? Por qué una familia de clase media normal que vive en una casita normal con un par de hijos normales ya crecidos y autosuficientes necesitaría un ama de llaves? En fin, son cosas que pasan en la película y que una no termina de entender muy bien, y todo esto provoca que los personajes sean totalmente increíbles y sus circunstancias vitales más increíbles todavía. Ni siquiera la presencia de Kristin Scott Thomas, que aquí hasta se contagia de la fealdad y la tontuna de Atkinson, consigue darle cierta verosimilitud argumental al filme.
Después de más de hora y media de sopor y estupor a partes iguales la historia da un giro brusco y ahí es donde aparece el humor negro y sí, sube un poco el nivel, pero precisamente cuando la cosa empieza a resultar divertida, la acción se precipita y el desenlace llega en un pispás. En lugar de sacarle partido a ese giro y explotarlo al máximo, Johnson nos deja a dos velas y decide finiquitar el asunto en diez minutos y si te he visto no me acuerdo.
En realidad el personaje que soporta todo el peso de la trama es el de la peculiar ama de llaves, interpretada con gran acierto por Maggie Smith, la única que hace un trabajo digno de mención. La pena es que el director se tira casi toda la película intentando explotar la supuesta gracia de Atkinson en detrimento de la única actriz que podría haber salvado su bodrio de la quema. Y claro, le ha salido el churro que le ha salido. Normal.
La primera parte de la película me la pasé enterita haciéndome preguntas de muy difícil respuesta, si no imposible. Por ejemplo: Qué clase de tía se casaría con un señor con la cara de Rowan Atkinson y encima cura? Qué clase de tía sufriría porque un marido como Rowan Atkinson no la tocara? Por qué una familia de clase media normal que vive en una casita normal con un par de hijos normales ya crecidos y autosuficientes necesitaría un ama de llaves? En fin, son cosas que pasan en la película y que una no termina de entender muy bien, y todo esto provoca que los personajes sean totalmente increíbles y sus circunstancias vitales más increíbles todavía. Ni siquiera la presencia de Kristin Scott Thomas, que aquí hasta se contagia de la fealdad y la tontuna de Atkinson, consigue darle cierta verosimilitud argumental al filme.
Después de más de hora y media de sopor y estupor a partes iguales la historia da un giro brusco y ahí es donde aparece el humor negro y sí, sube un poco el nivel, pero precisamente cuando la cosa empieza a resultar divertida, la acción se precipita y el desenlace llega en un pispás. En lugar de sacarle partido a ese giro y explotarlo al máximo, Johnson nos deja a dos velas y decide finiquitar el asunto en diez minutos y si te he visto no me acuerdo.
En realidad el personaje que soporta todo el peso de la trama es el de la peculiar ama de llaves, interpretada con gran acierto por Maggie Smith, la única que hace un trabajo digno de mención. La pena es que el director se tira casi toda la película intentando explotar la supuesta gracia de Atkinson en detrimento de la única actriz que podría haber salvado su bodrio de la quema. Y claro, le ha salido el churro que le ha salido. Normal.
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