La timidez patológica es esa clase de cualidad que da muchísimo juego cómico. Ya sabéis: " Era uno tan tímido tan tímido que..."
Juntar en una comedia a dos tímidos patológicos y construir desde esa premisa una historia de amor debería dar para mucha risa y tremendo cachondeo... pero resulta que no.
Yo a Benoit Poelvoorde, que supuestamente es la gran apuesta cómica de esta película, no termino de verle el puntito, sinceramente. Reconozco que está un poco más gracioso que en su anterior trabajo "Nada que declarar", pero aquí, con un papel cargado de taras potencialmente descacharrantes, es donde realmente demuestra que su vena cómica no da la talla.
El guión tampoco contribuye demasiado a sacarle punta al tema. Es cierto que los tímidos sudan muchísimo y tartamudean y huyen del contacto humano pero incidir una y otra vez en las mismas características en lugar de ahondar en otras manifestaciones de la timidez consigue aburrir al espectador. Ver a un tipo sudar a raudales y a una tía tartamudear durante hora y media (y gracias a que la peli es corta) es mucho pedir al sufrido público.
Da la sensación de que la brevedad de la cinta es prácticamente obligada. El guión no da para más. Una vez mostradas las taras de los dos protagonistas y planteado el conflicto cómico-amoroso los guionistas no saben qué más juego darle a la historia. Y en lugar de alargarla inútilmente repitiendo una y otra vez los tics de los personajes optan por un final rápido que aligere la historia. Es de agradecer, la verdad. Podrían haberla eternizado hasta el vómito.
Pese a todo lo anterior, no deja de ser una película divertida, sencilla y poco pretenciosa. Muy del estilo "comedia romántica francesa" y con el atractivo añadido del subgénero "cocina". En este caso subsubgénero "chocolate". De obligada visión para los amantes del dulce más amargo entre todos los dulces. Salen unos bombones que... Mmmmmm!
No hay comentarios:
Publicar un comentario