El tema de los biopicos es que depende muchísimo su interés del interés que despierte en el espectador el personaje cuya vida se cuenta. A mí en este caso es que me importa la vida del tipo este casi tanto como me interesa el nivel de azúcar en sangre de Belén Esteban. Me parece un personaje excéntrico, histriónico, bastante gilipollas y completamente vacuo; y no por dedicarse al negocio del sexo, ni mucho menos, que estoy segura de que debe de ser un negocio la mar de interesante, sino porque el tipo es un perfecto imbécil con suerte, simplemente.
Más me jode todavía que se pretenda usar a este personajillo como coartada para hablar de la libertad de prensa y de los derechos civiles. El problema está en que no se sabe quién es más imbécil, si el tío en cuestión o la panda de hipócritas descerebrados que van a por él y le juzgan. Es una película en la que es difícil ponerse de parte de nadie porque se van superando unos a otros en un contínuo crescendo de memez, ridiculez y esperpento.
El atractivo de la película reside básicamente en el montón de tías buenas que salen casi en pelotas, que harán las delicias de los señores, que ya sabemos que son visualmente harto susceptibles, y de las damas aficionadas al bollerismo. También si tienes un punto marujil, que yo lo tengo y bastante acentuado, te gustará por el tema moda, peinados y demás. Hay que reconocer que la peluquería, el vestuario y las caracterizaciones están muy conseguidas, las cosas como son. Y si eres fan de la moda setentera ese aspecto de la peli te encantará. De hecho, es que a mí me hizo olvidarme por completo de la trama, tan embebida estaba en mi fascinación por los trapos. Lo que yo disfruto cuando una peli me saca mi vena más maruja a tope no lo sabe nadie.
En cuanto al protagonista, a mí personalmente Woody Harrelson es un actor que no me dice nada. Vamos, me dice todavía menos que el personaje de Harry Flynt, que ya es decir poco. No entiendo ni una sola de las alabanzas por su interpretación, me parece que he leído que incluso lo nominaron al Oscar... En fin, un motivo más que me apunto para seguir depreciando el mítico premio. Cada vez estoy más convencida de que una nominación al Oscar es un verdadero insulto para un actor; y ya si se lo conceden, es directamente un ominoso lapo en plena faz. Lo peor.
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