Cuento con una ventaja al hacer esta crítica: no he leído ninguno de los libros de la trilogía.
Hubo un tiempo en que no había persona que te cruzaras por la calle que no llevara en la mano uno de los tremendos tochos de la saga Millennium o de la Crepúsculo, dependiendo de la edad del portador. Y eso, quieras o no, le quita las ganas a cualquiera, por muy curiosa que una sea. Si a eso le añades que no soy mujer de proyectos mastodónticos a largo plazo (y leer estos 3 burracos es un proyecto bien gordo y bien a largo plazo), desistí rápido. A mí no me importa leer libros gordísimos pero no me comas la cabeza con secuelas, precuelas y pollas en vinagre. Vamos, que decidí verlos en cine y, si acaso, de aquí a unos años, cuando ya no se vea por ahí a nadie con los citados tochos bajo el brazo, igual me animo... si no tengo nada mejor a mano que leer, cosa por cierto harto difícil.
Con este amplio circunloquio quiero decir que llego completamente virgen a esta historia que a tantos dimes y diretes ha dado lugar. Y por tanto no me dedicaré tampoco a petardear esta crítica haciendo extrañas e improcedentes comparaciones entre literatura y cine. Y para alivio definitivo de los que me lean, diré que tampoco puedo comparar con el remake americano porque...tampoco lo he visto. Llego completamente virgen y pura, pues, a las aventuras y desventuras de la mítica y controvertida Lisbeth Salander.
Y una vez aclarado esto, tengo que decir que... esta historia es completamente gilipollesca. La tesis que plantea es la siguiente: si te pones a investigar una muerte ocurrida hace un montón de años sólo tienes que mirar alguna foto de la víctima y fijarte bien en la dirección de su mirada. Es evidente que estará mirando a su asesino, así que ya sólo tienes que averiguar quién estaba enfrente y... Tachán! Caso resuelto. Problema de esta interesante teoría: que normalmente quien está enfrente suele ser el fotógrafo, y si la seguimos a rajatabla el mundo estaría lleno de fotógrafos asesinos. En fin, no sé yo si el gremio de la cámara al hombro estará muy de acuerdo.
Por lo demás, una serie de casualidades imposibles junto con cientos de pistas evidentes que curiosamente la policía 40 años antes no encontró, unidas a la inteligencia sobrenatural de la protagonista consiguen resolver el caso. No cabe duda de que el gran hallazgo de Larsson y de la película es el personaje magnético, superpotente y fascinante de Lisbeth, interpretada magníficamente por Noomi Rapace, una actriz que dota perfectamente al personaje del carisma que precisa. Fuera de eso el interés de la trama es casi nulo.
Por cierto, que el final es un poco chusco. Si tan fácil era para una chica tan lista hacer lo que hace... por qué no lo hizo al principio de la peli? Ella se hubiera ahorrado un montón de follones, Larsson un montón de agujetas en los dedos y de gasto en folios, y nosotros dos horas y media de rollo absurdo.
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