viernes, 6 de abril de 2012

El exorcista, by William Friedkin

Si algo no puede discutir nadie es que "El exorcista" creó escuela. Es un filme tan emblemático que ha dado lugar a expresiones como "tienes los ojos más perdidos que la niña del exorcista" y algo así como cienmil más por el estilo. No falta casa del terror en una feria sin su correspondiente niña del exorcista. Uno de los disfraces típicos de Halloween es, cómo no, de niña del exorcista. En Internet hay cientos de páginas donde te explican cómo maquillarte de niña del exorcista para ir a una fiesta. Hay hasta un look "niña del exorcista" al que todos recurrimos cuando alguien en una discusión se pone a desbarrar y empieza a hablar en arameo. "Mira, se ha puesto como la niña del exorcista". En definitiva, que indiscutiblemente el personaje tiene un puntito carismático potente.

Y una vez reconocido esto sin el menor empacho, tengo que decir que pocas películas en el mundo han envejecido tan malamente como ésta. Probablemente sea porque ha sido tan imitada, tan parodiada, tan llevada al límite, y el personaje de la niña ha pasado a formar parte tanto del imaginario chistoso colectivo que hoy en día ver "El exorcista" y mearse de risa es todo uno.

Es imposible tomarla en serio, pero ni a "El exorcista" ni a ninguna de sus cientos de copias más o menos descaradas. Es incluso alucinante pensar que en su día esta historia levantara en los cines auténticas oleadas de pánico, que hubiera desmayos, ataques de epilepsia, histerias colectivas, etc. El personaje forma ya tanto parte de nuestras vidas que imaginar que alguien pueda sufrir la menor impresión viendo a Regan con la cabeza dándole vueltas o pegando saltos en la cama o bajando las escaleras haciendo el pino es casi inconcebible. Olvidé al principio otro dicho que es verdaderamente demoledor: "das menos miedo que la niña del exorcista".


Para mí lo único que al cabo de los años permanece intacto en la película es el inquietante personaje del padre Karras, ese sacerdote serio e inasequible al desaliento, sordo a los insultos y las provocaciones de la famosa niña poseída. A estas alturas sólo Max von Sydow se libra de la quema. Todo lo demás... pues eso, ha quedado en un chiste.

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