jueves, 17 de marzo de 2011

La herencia del viento, by Stanley Kramer

Conste, para empezar, que el creacionismo me parece una verdadera gilipollez y que no entiendo cómo nadie puede creer que el hombre surgió de un día para otro porque así lo quiso Dios; conste también que soy atea y que ya la misma existencia de Dios me parece una pura invención sólo apta para mentes infantiles. Y una vez dicho esto, debo decir que no he visto en mi vida una película más manipuladora y más descaradamente partidista, por más que la tesis que defiende sea la misma que podría defender yo.

Es descarado. Un defensor del evolucionismo reflexivo, racional y aplastantemente seguro de sí mismo frente a un temblororoso, histérico y totalmente desequilibrado defensor del creacionismo. Una panda de fanáticos que no digo yo que no representen a parte de esa América profunda que está ahí y que no se debe obviar, aunque sí se debe y se puede representar con algo más de vocación realista. Entiendo que es una película de los años 60, que está hecha para el público de la época y que tiene una clarísima vocación pedagógica y moralizante pero para el espectador moderno, algo más evolucionado, es auténtica basura panfletaria. Aunque un director me enfrente dos posturas radicalmente distintas y una sea claramente la racional frente al absurdo de la otra, yo quiero ver a personas normales a ambos lados, quiero a dos defensores a la misma altura, quiero que me hagan pensar sobre los motivos de unos y de otros. No me gustan las historias de buenos buenísimos y malos malísimos, o en este caso, de listos listísimos frente a tontos tontísimos. En fin, un planchazo gordo, porque además Spencer Tracy es uno de mis actores favoritos y me llevé un palo viéndolo hacer esta especie de alegato proevolucionista de muy dudosa calidad cinematográfica.

De Tracy no tengo nada que decir, sólo que su brillantez no sirve para salvar la película. Fredric March y el resto del reparto, desde el juez al reverendo (madre mía, el reverendo!) realizan unas clarísimas sobreactuaciones. Sus enloquecidas caras lo dicen todo.

En fin, supongo que es una película realizada para un público de mentalidad infantiloide y totalmente papanatas, pues sólo así puede entenderse este tipo de cine. En cuanto pones enfrente a un espectador medianamente adulto, no puede menos que espantarse.

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