lunes, 28 de marzo de 2011

Taxi driver, by Martin Scorsese

Estoy de obras maestras del cine hasta la punta el... shhhhh... pelo. Resulta que la historia del pirado este que va por las noches apatrullando la ciudad es, según leo por ahí, una "reflexión sobre el vacío existencial". Oh, qué palabro, vacío existencial. Vale, aceptamos estar como una puta cabra como vacío existencial.

Aceptamos invitar a una tía al cine y llevarla a una peli porno como vacío existencial.

Aceptamos lo de querer limpiar las calles de despojos humanos como vacío existencial.

Aceptamos insomnio como vacío existencial.

Aceptamos decirle al espejo "A quién le hablas, me hablas a mí?" como vacío existencial.

Aceptamos hacerse con un arsenal de armas de fuego como vacío existencial.

Y nada, cada vez que nos venga una noticia de los USA de una matanza en un colegio, en un hospital, en una Universidad... pues hablamos tan ricamente de vacío existencial.

Es Nueva York, pero igual podría haber sido Tokio, o Berlín, o Los Ángeles, o Madrid. En todas las grandes ciudades, y hasta en las pequeñas, podemos encontrarnos a un tarado apatrullando la ciudad y deseando secretamente limpiarla de chusma. Pero no os asustéis. Es lo que se ha dado en llamar "vacío existencial".

Eso sí, Robert de Niro hace de puta madre de vaciado existencial, eso nadie se lo puede discutir.

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